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La universidad entra en el banco (y otros sitios)

El movimiento antibolonia ha sobrepasado en algunos lugares los límites de la universidad. Mientras los ministros de Educación de los 46 países que integran el proceso de Bolonia se reunían el pasado miércoles en Lovaina (Bélgica) para debatir sobre el desarrollo del Plan, cientos de estudiantes han salido a las calles en distintas ciudades españolas y europeas para protestar, una vez más, contra el Plan Bolonia. Resulta significativo, sin embargo, el caso de Barcelona, donde cuatro alumnos han llegado a ocupar el Comisionado de Universidades de Esquerra Republicana de Cataluña y entre 50 y 60 la sede del Banco Santander. El lema era pegadizo: “Si el banco entra en la Universidad, la Universidad entra en el banco”. Por la tarde, sin embargo, ya habían abandonado los edificios.

El nuevo Ministro de Educación, Ángel Gabilondo, ha insistido en que los ministros de Educación “no pretenden buscar la máxima rentabilidad” de la Universidad a costa del plano social y que trabajará “muy seriamente” para que la Universidad no esté sometida a los intereses de mercado. Además ha destacado que la participación de la empresa en las universidades españoles es mucho menor que en otros países. Sobre la adaptación a Bolonia ha valorado el informe de evaluación de seguimiento, que revelan que España obtiene una media de 4 puntos sobre 5 (frente al 3,5 del año pasado), y se considera satisfecho porque “la orientación es la adecuada”.

La protesta contra Bolonia en Alicante concidió con la protesta de los sindicatos del pasado martes. Como era de esperar, hubo algunos encontronazos. En el contexto de las movilizaciones contra el EEES, algunos profesores de la Universidad de Alicante se han unido a la llamada “Declaración del Ateneo”, un documento firmado en Madrid en el que se declara que el Plan Bolonia es un cambio de modelo encubierto dirigido a mercantilizar la universidad y no una mera homologación de títulos y facilitación de la movilidad universitaria. Además piden una moratoria para la implementación del proceso para que pueda debatirse “de una forma transparente y democrática”.

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Otras visiones contrarias a Bolonia

Hace sólo unas semanas, Fernando Savater lanzaba desde las páginas de El País 8 preguntas sobre el Plan Bolonia. Con la claridad y espíritu inquieto que le caracteriza, se atrevía a poner en cuestión la reforma universitaria, pero desde una óptica más reflexiva que la del movimiento contra Bolonia. Desde su punto de vista, el modelo que se está implantando no redundará necesariamente en la mejora de la movilidad, ni la homologación de las carreras tiene que ser, necesariamente, útil.

Savater incide en cómo se ha optado por dejar algunas carreras al margen del Plan Bolonia, como Medicina o Arquitectura. “El hecho de que algunas carreras universitarias, y no precisamente marginales, hayan quedado fuera del proceso y se las haya privado, en consecuencia, de lo que se anuncia como grandes bienes para las otras, da qué pensar”, advierte. Además destaca cómo varios países europeos han decidido no incluir en Bolonia la carrera de Derecho, pues se han dado cuenta de que esa titulación “posee un carácter marcadamente nacional”. Y sugiere, entonces, que sucedería algo semejante con otras carreras de ciencias sociales y humanidades. Además entiende que el Plan Bolonia no es más que una imitación de los colleges norteamericanos, que a su juicio se encuentran a caballo entre la enseñanza media y la universitaria.

En una línea semejante, otros intelectuales de reconocido prestigio se han pronunciado en contra del Plan Bolonia. Tal es el caso del filósofo Gabriel Albiac, Catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, que considera los nuevos títulos de grado una suerte de prolongación de un bachillerato ya fracasado, pues el problema de fondo provendría ya de cursos anteriores. A diferencia de Savater, Albiac discute la concepción europea de la enseñanza universitaria en los últimos siglos y consideraría Bolonia la consumación de ese proceso.

Otros muchos son los que han criticado este proceso, no sólo desde el círculo de la filosofía. El economista Pedro Schwartz sostiene que Bolonia provocará el efecto contrario al que se pretende, pues se fundamenta en un sistema universitario centralizado, mientras que el modelo norteamericano surge de la propia sociedad y no del Estado. Las universidades homologarían sus títulos de manera espontánea y en el mercado educativo podrían encontrarse instituciones de alta calidad y otras enormemente deficientes.

Frente a la opinión de los críticos, pervive de fondo la revuelta estudiantil y la información acrítica de las instituciones públicas, que ahora, con el nombramiento del nuevo Ministro de Educación y el traspaso a éste de las competencias educativas, tratarán de consumar un proceso marcado por la polémica y el nerviosismo.

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Los anti Bolonia ganan las elecciones

Se acabó la hegemonía de Campus Jove en la UA, al menos de momento. La asociación progresista, de la que surgieron militantes socialistas como la Secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, o el diputado Erik Campos del PSPV-PSOE, ha pasado de tener 60 de 78 representantes a sólo 20 delegados, en beneficio de la escisión de Alumnos por la UA (ALUA), que ha obtenido 14, y ApE, la coalición antibolonia que se ha alzado con la victoria con 37 alumnos. Junto a los 4 representanes que ha logrado Acció Nacionalista, tendrían la mayoría absoluta que les permitirá asumir el control del Consejo de Alumnos, hasta ahora dominado por Campus Jove.

La primera propuesta de los ganadores consiste en implantar un sistema asambleario y cambiar el cargo de Presidente del Consejo de Alumnos por el de un portavoz. Ante esta postura, la Vicerrectora de Relaciones Institucionales ha explicado que las funciones de los representantes de los alumnos se especifican en la reglamentación actual y no sabe si «de otro modo será posible». Además afirma que, de momento, la ApE se está comunicando con el Rector a través de interlocutores, muchas veces distintos. En cualquier caso, la Plataforma pretendería trasladar a los cargos públicos el modo de organización de la Asamblea contra Bolonia.

Lo que todo el mundo ha destacado, y con razón, es el aumento considerable de la participación en estas elecciones. La participación en las elecciones a Claustro suele ser ínfima, pero en esta ocasión se ha llevado por delante a los candidatos de corte progresista, de Campus Jove y ALUA, cuyo enfrentamiento prevalece después de una intensa campaña electoral, en la que ALUA denunció a su rival ante el Defensor del Estudiante por desviar presuntamente 34.000 euros a la empresa Libélula Producciones S.L, dirigida por el ex secretario de Campus Jove. Pero a pesar de las pugnas entre las dos asociaciones, la suerte ha caído de los «antibolonios». Si el año pasado votó el 5% de los alumnos de la UA, las movilizaciones contra Bolonia han conseguido duplicar ese porcentaje y ahora estos representan a más de 22.000 alumnos que hay en la UA.

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Bolonia, entre la calle y las urnas

El movimiento anti-Bolonia se ha recrudecido en los últimos días. Después de la batalla campal de Barcelona -que se saldó con alrededor de 100 heridos entre Mossos d’Esquadra, estudiantes, periodistas y gente que pasaba por allí-, las asambleas estudiantiles de las universidades de Valencia y Alicante han protagonizado nuevas revueltas.

En la UA decenas de estudiantes se dirigieron al Rectorado y apostaron sillas y mesas contra las puertas del edificio, impidiendo trabajar a los funcionarios y a todo el equipo de Gobierno. Aunque el rector Ignacio Jiménez Raneda trató de disolverlos, los alumnos se resistieron y no abandonaron el edificio hasta doce horas más tarde. En la Universidad de Valencia, los estudiantes contra Bolonia se manifestaron y cortaron el tráfico de la Avenida Blasco Ibáñez antes de conseguir penetrar en el Rectorado. Esta vez no trataron de reventar la reunión del Consejo de Gobierno y la Policía se mantuvo al margen.

Después de las imágenes de los enfrentamientos con los Mossos d’Esquadra los alumnos, la batalla dialéctica también ha aumentado su intensidad. Cuando se aproximan las elecciones a Claustro en la UA, la Asamblea de Estudiantes ya tiene su propia candidatura: Plataforma d’Estudiants (APE), que englobaría a Universitarios Progresistas (UP), SEPC (Sindicato dels Països Catalans) y la Asamblea de Estudiantes Antibolonia. En las elecciones del pasado año, Cristian Sirvent –actual presidente del Consejo de Alumnos- obtuvo la mayoría por el socialista Campus Jove con una mayoría de 60 representantes de 78. Además de la rivalidad que mantiene con el movimiento antibolonia, estas elecciones se enfrentará a una escisión de su propio partido, la Asociación de Alumnos por la Universidad de Alicante (ALUA), que amenaza su hegemonía.

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Bolonia, un movimiento minoritario

La Semana de Bolonia en Televisión Española no ha dejado satisfechos a algunos estudiantes. Ni la entrevista de Pepa Bueno con la Ministra Garmendia, ni el debate de 59 segundos, con profesores y representantes de las asambleas. Ni siquiera la página web en la que los estudiantes podían enviar vídeos sobre su visión del Plan Bolonia. Al menos eso es lo que refleja en Kaos en la Red, donde se considera la “Semana de Bolonia” de TVE como una “campaña de legitimación” del Plan Bolonia.

Ante la inminente huelga del 12 de marzo, todavía es notorio que el movimiento anti Bolonia es minoritario, aunque ha conseguido armar un gran revuelo. Según confesaba el rector de la UCM, de 80.000 alumnos, sólo 500 se movilizan habitualmente. En un referéndum celebrado en la Universidad de Barcelona el pasado 26 de febrero, la mayoría votó en contra del Plan Bolonia, pero sólo votó el 20% de los alumnos. Pocos días después, el Claustro de la UB votaba una moratoria del Plan Bolonia y la mitad de los representantes estudiantiles no asistieron, por lo que se acordó seguir adelante con el Espacio Europeo de Educación Superior.

En Alicante, el esperado debate entre las autoridades universitarias y los estudiantes desembocó en una disputa entre el Consejo de Alumnos y la Asamblea de Estudiantes contra Bolonia, que estudia formalizarse como asociación y presentarse a las elecciones del Claustro del próximo 31 de marzo.

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¿Qué hará el Gobierno frente a Bolonia?

La política es una cuestión de gestos y eso los estudiantes que se manifestaron contra el Proceso de Bolonia lo entienden. Porque ahora se ha plasmado sobre el papel una vieja reivindicación de los estudiantes universitarios, que es la creación de un Consejo de Estudiantes Estatal. Este órgano, que aparecería en el artículo 27 del recientemente presentado borrador del Estatuto del Estudiante, se compondría de dos estudiantes por universidad –tanto privadas como públicas- y miembros de las distintas asociaciones y actuaría como un órgano representante de los alumnos ante el Ministerio de Educación. Vamos, que les han ofrecido un cargo en el Gobierno.

Eso es lo que han entendido, al menos, las diversas asociaciones y sindicatos estudiantiles, desde el Sindicato de Estudiantes hasta la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas, que han criticado duramente la propuesta del Ministerio, considerándola en algunos casos de antidemocrática y, en otros más comedidos, de difícil adaptación. La Federación de Asociaciones Progresistas, por otro lado, confía en que el Consejo de Estudiantes funcione de modo semejante a los ya existentes Consejo Universitario y Conferencia de Política Universitaria, con suficientes garantías de independencia. En cualquier caso, la polémica está servida.

Todo este embrollo viene a cuento, esta vez, de la respuesta del Gobierno a los opositores al Espacio Europeo de Educación Superior. Aunque el proyecto no sólo va dirigido a los estudiantes, sino a las demandas de los rectores, en el Plan de Acción 2009 se promete aumentar el número de becas para grado y master, destinar más capital a infraestructuras y adaptación de los títulos, fortalecer los proyectos de Ciencias sociales y Humanidades y, curiosamente, una “estrategia de comunicación” sobre el llamado Plan Bolonia. Queda saber si podrán formar a esos alumnos “razonables” y “con sentido de la justicia”, de los que habla el Estatuto del Estudiante en su capítulo de “Deberes del Estudiante” y tanto han llamado la atención de El País.

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José Vicente Cabezuelo, Vicerrector de Alumnado: “No se ha sabido explicar muy bien lo que es el Espacio Europeo”

Vicerrector de Alumnado de la UA

En plena época de exámenes, la Universidad de Alicante parece desierta. Los estudiantes del “no a Bolonia” han suspendido temporalmente las movilizaciones, pero las tiendas de campaña siguen instaladas en el Aulario I. Entre tanto, el Vicerrector de Alumnado de la UA, José Vicente Cabezuelo Pliego, reivindica en una entrevista para este blog los beneficios que supone el Espacio Europeo de Educación Superior y admite que no se han logrado “explicar bien” sus ventajas a los alumnos.

Pregunta: ¿Cómo se ha informado a los alumnos de lo que significa el Plan Bolonia?

Respuesta: Desde 2004, el Consejo de Dirección y los diferentes vicerrectorados han avanzado jornadas y seminarios acerca de lo que es el Espacio Europeo de Educación Superior. Esto ha llegado a los alumnos de forma indeterminada. El grado de información depende del interés que haya mostrado el alumno. Lo que sí que es cierto es que la universidad en los últimos años ha mostrado interés de informar de lo que es el Espacio Europeo de Educación Superior. Ahora mismo esta universidad está sustanciando su mapa de distribuciones de títulos de Grado y en todas las comisiones que están negociando los nuevos títulos hay alumnos.

P: A raíz de las movilizaciones que se han producido con los estudiantes, ¿se ha convocado una reunión extraordinaria para hablar del Espacio Europeo de Educación Superior a aquellos que dicen no estar informados?

R: En el caso de Alicante, los alumnos que han mostrado una preocupación en negativo al respecto de lo que supone el Espacio Europeo de Educación Superior han solicitado al Consejo de Dirección la convocatoria de una reunión general dirigida a todos los alumnos para que todos conozcan qué es el EEES. El Consejo de Dirección ha dicho que no hay ningún problema. Estamos esperando a que tanto las asociaciones que abanderan el “no a Bolonia” como los que defienden el “sí a Bolonia” nos planteen la fecha para que se produzca un debate en el que se planteen todas las posiciones.

P: ¿Espera que después de esa reunión los alumnos acepten el Plan Bolonia?

R: Es una pregunta de difícil respuesta. A mí lo que me gustaría es que después de ese gran debate las posiciones se quedasen fijadas y después ya dependerá de lo que consideren los estudiantes, si quieren seguir movilizándose o entienden que algunas de las cuestiones que consideran negativas no lo son tanto. Bolonia tiene sus luces y sombras, pero yo entiendo que son más las luces que plantea. Ahora bien, a mí me parece muy interesante el aspecto crítico que tienen estas reivindicaciones. Eso hace que la universidad siga siendo una institución muy viva y dinámica.

P: Pasando ya a lo que propiamente significa el Espacio Europeo de Educación Superior, una de las críticas que se han planteado es que el Plan Bolonia supone la mercantilización de la universidad. ¿Eso es realmente así?

R: Desde mi punto de vista, claramente no. No sé exactamente a qué se refieren con la “mercantilización”. Los títulos son de la universidad, los van a hacer los académicos y los alumnos.

P: Creo que a lo que se refieren es que se abre la puerta al capital privado en los proyectos de investigación…

R: Pero que entre capital privado en los proyectos de investigación es absolutamente ajeno a la docencia. Si fuese por ahí, no lo entendería. Los títulos están formados por profesores y alumnos y van a ser los mejores títulos, siempre mirando por el interés del estudiante. No sé a lo que se refieren con la mercantilización de la universidad, porque nadie ajeno a la universidad va a hacer los títulos.

P: Otra de las cuestiones que se han planteado es que algunas carreras como Ingeniería Informática perdería peso con respecto a Telecomunicaciones. ¿Esto tiene algo que ver con el Plan Bolonia?

R: Yo no soy perito en la materia, pero yo no creo que esto sea una cuestión relativa a Bolonia. Esto depende de las directrices del Ministerio y es ajeno al Espacio Europeo de Educación Superior, a la armonización y homologación de títulos, al desarrollo y a la potencialización de la movilidad de los estudiantes.

P: ¿Cree que el Espacio Europeo de Educación Superior perjudicaría a la Filosofía, las Filologías, como se ha dicho?

R: Creo que no, y si se las perjudicase, sería porque lo estamos haciendo mal. El horizonte del Espacio Europeo de Educación Superior no va contra las humanidades, ni contra las ciencias. Es ampliar el espacio de referencia de la universidad -que no se constriñe sólo al ámbito nacional- y europeizarla. Y eso no consiste en perjudicar alguna carrera o alguna rama del conocimiento. El Espacio Europeo está abundando en que debe construirse dentro de las humanidades.

P: Los estudiantes también han planteado que las becas se convertirían en préstamos…

R: Sí, eso es una cuestión de política de diseño nacional. Ahora mismo, junto a las típicas becas, aparece el préstamo-renta. Pero esto únicamente se refiere a los master, no a los títulos de grado. Aquellos títulos que capacitan profesionalmente al estudiante para el desempeño de una profesión no se los desvincula de las becas. El estudiante que ha obtenido el grado ya tiene capacidades para trabajar.

P: Al reducirse los títulos de grado a cuatro años, ¿no tendrían los alumnos más difícil acceso al mercado laboral?

R: Rotundamente no, no tiene ningún sentido. Los títulos de grado en el resto del mundo son de cuatro años y en la mayoría de los países de tres años. Y el mercado laboral es igual de dinámico, sino más.

P: Pero, ¿se adquirirían los mismos conocimientos que antes en menor número de años?

R: Creo que, redefiniendo los contenidos, sí. ¿Por qué cinco, y no seis, o cuatro? Lo que tenemos que saber es qué necesita un licenciado en X titulación para su desempeño profesional. Evidentemente, cuanto más estudie, más conocimientos tiene. Pero esos conocimientos no tienen una vinculación directa con el desempeño de su labor profesional.

P: ¿Cuáles son, entonces, las ventajas del Plan Bolonia?

R: Una de las cosas que el espíritu del Espacio Europeo quiere mostrar es no constreñir a los estudiantes de un territorio a ese espacio y abrir las puertas de Europa a los estudiantes. Evidentemente la potencialización de la movilidad redundará en una mejor calidad de sus conocimientos y la posibilidad que se abre para trabajar en otro país.

P: ¿A qué razones cree que se debe la oposición al Plan Bolonia, a la falta de información o a otros motivos?

R: Creo que son visiones, en algún caso, sesgadas, y en otros por falta de información. O puede que no se haya dado la mejor información. En esto también, tanto las universidades como el Ministerio, debemos entonar un “culpa nostra” y reconocer que no hemos sabido explicar muy bien este cambio.

P: Para finalizar, ¿qué es lo que le diría a los estudiantes que no aceptan el Plan Bolonia, o qué aspectos les animaría a seguir criticando?

R: Difícilmente puedo dar consejos. Pero, desde luego, yo creo que el Espacio Europeo de Educación Superior es una oportunidad, para los estudiantes y para la universidad, de ampliar nuestras miras. Creo que el “no a Bolonia” no está muy razonado o no se ha sabido explicar todas las ventajas que ha tenido el Espacio Europeo. Tenemos que profundizar en cuál es el espíritu boloñés para entender que son muchos más los beneficios del Espacio Europeo que las dudas que nos puedan ofrecer.

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Bolonia cabalga otra vez

Pues con la entrada del 2009, resulta que ya sólo queda año y medio para que se cumpla el plazo en que todas las carreras deben estar adaptadas a Bolonia. Tal como publicaba Gaceta.es, en estos momentos sólo hay en toda España 70 enseñanzas universitarias -de alrededor de 2600- que trabajan ya en el marco del Espacio Europeo de Educación Superior y 900 más aguardan a recibir el visto bueno de la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación (ANECA).

Por su parte, los estudiantes sigan con sus movilizaciones y ya han anunciado que se recrudecerán durante este próximo año. Algunos estudiantes de la Universidad Autónoma de Barcelona, nada más acabar las vacaciones navideñas, se encadenaron a las puertas de la sede de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y otros franquearon el paso a los viandantes en la del Partido Socialista de Cataluña (PSC). Por otro lado, la Asamblea contra la Privatización de la Universidad sigue encerrada en el edificio Interfacultades de Zaragoza.

Al margen de estos episodios, el Sindicato de Estudiantes ha convocado una huelga general de todas las universidades e institutos para el próximo 4 de marzo. Han dicho que protestarán contra la «privatización» de la universidad pública. Y a todo esto, ¿qué ha dicho el Gobierno? La Ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, ha dicho que no va a cambiar el llamado «Plan Bolonia», pero que además va a tener un «elevado coste» para el erario público.

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¿Dónde está el dinero?

Pedro Schwartz, economista y escritor, ha realizado un trabajo junto con los profesores Villar y Castelao, de la San Pablo CEU, en el que analiza desde la óptica económica la baja calidad de la enseñanza universitaria en España. Según este escrito, titulado El bono universitario, o la financiación directa al estudiante universitario, los malos resultados de nuestras universidades en los ranking internacionales se deberían a la falta de competencia y la sobrevaloración de la enseñanza pública. Schwartz propone, frente a la financiación pública de los centros, la entrega de un bono escolar a las familias desfavorecidas y garantizar la libertad de elección de centro. Santiago Grisolia, secretario de la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados, llega a plantear incluso que desaparezca el Ministerio de Educación.

Frente a las tesis más liberales, otros consideran que la baja calidad de la universidad en España –así como de la enseñanza pública– cambiaría si el Estado invirtiera más en Educación. Según el Panorama de la educación de la OCDE de 2008, el sector público invirtió en 2005 un 4,2% del PIB en Educación, mientras que otros países europeos como Francia, Reino Unido, Portugal o los Países Bajos superaron el 5%, por no hablar de Suecia y Noruega, que alcanzaron hasta el 7% del PIB.

En el marco de la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior, muchos rectores de las universidades han alertado a los estudiantes de que la inversión de las empresas en la investigación universitaria no supone la privatización de la universidad. Eso sí, de lo que nadie duda a estas alturas es de que la enseñanza también es una cuestión de pasta y a la hora de hablar de estos asuntos el dinero siempre está en el lugar que no le corresponde.

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¡Que viene el Plan Bolonia!

La Educación no debe caer en manos privadas, o al menos eso es lo que piensan los estudiantes que se manifestarán el jueves contra el Plan Bolonia. ¿Que qué diablos es eso del Plan Bolonia? Pues todo procede de una Declaración de los ministros de Educación de la Unión Europea firmada en la ciudad italiana de Bolonia en 1999. Este acuerdo proyectaba la creación del Espacio Europeo de Educación Superior, que deberá aplicarse antes de 2010 y que intentará armonizar las carreras universitarias de los países firmantes. Vamos, que pondrá el sistema patas arriba y los principales perjudicados –o beneficiados- serán los estudiantes universitarios.

Entre las novedades que introduce en nuestras costumbres, habría que hablar de la eliminación de la distinción tradicional entre diplomatura y licenciatura por el título de grado y posgrado, como de la creación del European Credit Transfer System, que permitiría la reducción de horas presenciales y el aumento de trabajos prácticos grupales y personales intercambiables por créditos. Además las titulaciones se quiere homogeneizar determinadas titulaciones –como es el caso de Ingeniería Informática– para adaptarlas a las necesidades de las empresas. Asimismo se convertirían las becas en préstamos que deberían devolverse al finalizar los estudios universitarios. Todo una transición que, guste o no, supone una transformación colosal que obligará a más de uno a apretarse el cinturón.

¿Conseguirá la inversión privada dinamizar un sector que cumpla las expectativas de empresarios y trabajadores en un mercado cada vez más competitivo? ¿Estamos ante un proceso de mercantilización de la universidad? La guerra ya se ha desatado. Lo que no se sabe muy bien es contra qué. En la universidad no hace falta. Para algunos, la fórmula del neoliberalismo agresor consagra la idea de la independencia y calidad de la educación pública frente a la regulación del modelo educativo por parte de un grupo de empresas. Por su parte, el Sindicato de Estudiantes tiene muy clara su alternativa: “acabar con el poder de las multinacionales, banqueros y especuladores, es decir, luchar por el socialismo”.

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